Huehueteotl

Emblema del Acta Mexicana de Fenomenología

Teotihuacán, Mural de Tepantitla, Periodo Clásico (200-900)

El Huehueteotl o dios del fuego es una de las divinidades más antiguas de Mesoamérica. Su culto ha sido ubicado arqueológicamente en sitios del preclásico (2500 a.n.E–200 n.E.) como Cuicuilco (la ciudad más antigua del continente) o Montealbán. Su representación iconográfica más común es la de un anciano en posición sedente, con las espaldas encorvadas y el rostro ajado. Hasta el periodo clásico aparecía llevando un brasero sobre sus espaldas, sin embargo, ya en el siglo XV suele presentarse sin esta evocación ígnea. Al tratarse de un dios tan antiguo, sus advocaciones son tan variadas como las sociedades que adoptaron su culto, no obstante, suelen presentar rasgos comunes con significados semejantes. De entre estas significaciones, es posible que la más atrayente y emblemática para nosotros (SEBFT) sea la asociación del fuego a la sabiduría y la renovación.

La vejez representada por la piel añosa y las espaldas encorvadas simbolizan el cúmulo de experiencia, la sabiduría de los años y de los hombres, del tiempo mismo. El Dios Viejo es también conocido (sobre todo en las sociedades mexicas) como Padre del Tiempo y Abuelo de los Hombres.

En la concepción circular o cíclica del tiempo de las sociedades tradicionales, Huehueteotl ocupa un lugar originario y central, es el centro cósmico, como el fogón doméstico: el tlecuil. El centro de la casa es el fuego que domestica, la lumbre de los alimentos, el fuego que no debe apagarse nunca, pues de él depende la subsistencia de los hombres y, al mismo tiempo, es medio de renovación.

En la cosmovisión precolombina el fuego representa renovación, reinicio del tiempo y de los tiempos. La renovación coincide con una vuelta al origen, pero no es un nuevo comienzo en sentido absoluto, con su génesis en la nada: el antecedente de la renovación es la destrucción purificadora a través del fuego. El resurgimiento cósmico es un nuevo comienzo a partir de principios perennes.

Los ciclos temporales de las sociedades mexicas del posclásico (900/1000-1521) tenían una duración de cincuenta y dos años (traducida a la cuenta temporal gregoriana), al final de los cuales, el todo, ocupado en su centro por la sabiduría flamígera del Huehueteotl, volvía a aparecer renovado. Esta interpretación de las relaciones entre la sabiduría, el tiempo y el fuego, asociadas a la posibilidad de la renovación humana, es lo que consideramos emblemático en relación con una de las mayores ambiciones del SEBFT: llevar a cabo una lectura y ejercicio renovados de la fenomenología y la filosofía.

Esta interpretación de las relaciones entre la sabiduría, el tiempo y el fuego, asociadas a la posibilidad de la renovación humana, es lo que consideramos emblemático en relación con una de las mayores ambiciones del SEBFT: llevar a cabo una lectura y ejercicio renovados de la fenomenología y la filosofía.